Pero, sin embargo, en estos días he vivido con la sensación de ser despreciada: gestos, palabras, señales, incluso silencios... que se hacen más evidentes por mi perseverancia.Es una simple sensación, que puede o no ser portadora de algo de realidad, que no altera en absoluto -o sí, no sé- mi rutina, mi cotidianidad.
Y, ¡qué cosas!, me sorprendo de estar sentada, aquí, hablando de ello; porque, en definitiva, desearía no sentirlo, y mucho menos, verlo.
Lo que me está pasando es lo mejor que me puede pasar.