No existe definición más acertada.
Y no la creo de la realidad muy alejada.
En su honor, es mucho mi deseo
que sea esta rima aprobada
aunque no esté escrita en arameo.
Ay, mísera de mí, hay infelice
no sé por ventura qué hice
para merecer todo su apoyo
en cualquier lio que rice.
Y, si metida hasta los ojos en el hoyo
estoy y no sé dónde acudir,
en un tris me saca del escollo
y me manda con risas a reir...
No te creas, que también me regaña
tal que fuera una piraña
pero con más maña, con más maña.
Y no es ninguna artimaña
de esta pobre musaraña
que no tiene ni pestaña
ni le queda telaraña
ni es mala, ni tacaña,
ni, ¡claro!, de tal calaña.
Pero me ve venir
y, visionario y listo,
el bienquisto,
me lleva al buen carril
en un visto y no visto.
Un corazón grande, una dulzura
un saber hacer, una cultura
un placer es, una aventura
conocerlo como tal, un tio de altura.
Es humilde este homenaje
pero, ¡ea!, se acabó.
(Soy capaz de hacer hasta encaje
con que me digas ¡chapó!)