Cierras la ventana. Limpias la mesa. Colocas unas flores, flores blancas.
Te sientas.
Recuerdas el pasado, no tan lejano, y añoras. Te sientes libre de hacerlo. Porque ya no duele. Porque no está. Porque, para ser capaz de revivir lo anterior, necesitas zanjar el tema. Porque lo tienes zanjado. Porque tú lo has querido.
Para tí, ha perdido sentido seguir martilleando y forzando situaciones artificiales. "Quien algo quiere algo le cuesta", dice el dicho; "arrieritos somos y en el camino nos encontraremos", prefieres aunque con otro sentido.
Ahora, dejas de recordar y miras las flores. Pronto se marchitarán, por eso no te gusta verlas fuera de su hábitat natural.
Te levantas.
No estás marchita.