sábado, 27 de noviembre de 2010

Ganar versus Perder

Desde el principio de los tiempos, toda circunstancia tiene adosada otra antagónica suya que la complementa.
Queramos o no, vivimos en un mundo relativo y dual en el que muy difícilmente alcanzamos la conjunción completa y el equilibrio perfecto: Amor-odio; alegría-tristeza; salud-enfermedad; luz-oscuridad; ganar… ¿perder? Un momento, un momento… aquí hay algo que no me cuadra… veamos…
Ganar… Sin consultar siquiera el diccionario de la RAE, ni abstraerme en disquisiciones académicas, y todo desde mi punto de vista, considero que ganar es conseguir alguna cosa de la que carecíamos, en el sentido más amplio. Su antónimo sería, pues, “no conseguir aquello que no tenemos”. Pero, ¿es eso perder?
Pues… no. Perder es dejar de tener alguna cosa que nos pertenecía: pierdo algo que tengo porque no puedo perder lo que no tengo (¡vaya un galimatías!).
¿Cuál será, entonces, el opuesto de ganar? Sencillamente, no ganar.
Que sí, que sí, que no soy nada original, lo sé y ni siquiera lo pretendo. Y es que esta conclusión me consuela. Porque, aunque la diferencia entre “perder” y “no ganar” puede resultar algo sutil; sin embargo, para mí, sentirme “perdedora” o “no ganadora” es diferente, radicalmente diferente.

Así, y como caballo no ganador, sin nada que perder –pues no poseo nada-, y con algún que otro deseíllo, ¡inconfesable!, jejejeje, por ganar, ahora, justamente ahora, inicio el juego, este juego de vida, riéndome de mi suerte y desajustándome los arneses para devolver cuantas pelotas caigan en mi campo, sin vértigos ni ruidos.


Sí: me declaro “no ganadora” ¿y qué?

¡¡Hagan juego, señores!!