Se atraen y, nada más rozarse, respingan: les toca esa corriente y, como acto reflejo de un poder superior, se apartan, distanciándose irremediablemente. ¿Miedo, terror, debilidad, inseguridad?
Intentan ese nuevo acercamiento, con una nueva carga, como una nueva carga, cargándose con otro tipo de energía. Esta vez, resbalan por un tobogán sin final discernible. ¿Querer es poder, otro ensayo-error, descoordinación?
Cansadas, resuelven volver a su estadio, a su propia soledad, sobrellevando la esperanza, soñando el rayo, el repullo,
añorando...
¿Merece la pena intentar lo que tan lejano parece en aras de un sueño inseguro e ignorante?
Dos soledades. Aún.
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