No te he dejado, ni olvidado, ni cerrado ni alquilado. Busco excusas que no tengo, y no las voy a dar.
Tú, tú sí que me entiendes.
Sabes que muchas veces en mi cabeza rondan las palabras que pudieran vestir tu desnudez: no es el momento. Pienso en tí, pienso mucho en tí. Pero, como todo, ese mismo pensamiento es efímero y volátil, como los flamencos, como el viento, como tú mismo, como yo...
No insistas: no me necesitas tanto como piensas. O quizá sí. Mañana, como siempre, será otro día.
Tuya afectísima,
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