martes, 26 de octubre de 2010

Poesía andalusí


No me tachéis de inconsecuente porque mi corazón
haya sido apresado por una voz que canta:

Hay que estar serio unas veces y otras dejarse emocionar;
como la madera de la que sale lo mismo
el arco del guerrero que el laúd del cantor.

Del alfaquí cordobés Ibrahim Ben Utman (siglo XII)


Hice del desapego mi castillo y mi coraza,
no quiero disfrazarme de víctima de la injusticia.
Más que la opinión general
procuro mi virtud sin descanso.

Estando firmes mi religión y mi honor,
en nada tengo lo que se va de mi lado.

El ayer se fue, el mañana no sé si lo alcanzaré
¿de qué voy a afligirme?

De Ibn Hazm (Córdoba, 1022)

lunes, 11 de octubre de 2010

Dos más: Mirar para comprender




Concretado el deseo, fijado el objetivo, una pregunta aparece en el horizonte humano: "¿Cómo lo hago?" ¡No caigas en la trampa! ¿Acaso una flor pregunta cómo conseguir su perfume, o la hoja cómo renacer en primavera? No te preguntes cómo: ve directamente hacia tu objetivo, liberándote de la necesidad de encontrar el cómo, sintiendo indefectiblemente la realización de ese deseo, focalizando de nuevo toda tu energía en su consecución. Y lo demás se dará por añadidura... o por casualidad.

Una vez salvado el obstáculo de la forma, las señales del deseo cumplido empezarán a materializarse, quizás como meras casualidades, quizás como hechos aislados. Estate atento a cada uno de los acontecimientos que te ocurren, considerándolos como semillas del deseo. Tendrás que observar si eso que ocurre está en consonancia con el deseo, porque puede darse el caso de estar yendo hacia otra cosa. En el caso de que no esté en consonancia, habría que volver a establecer con palabras el deseo: seguramente, la formulación del deseo no era todo lo correcta que era menester.
Este paso es importantísimo puesto que te ayuda a leer lo externo como reflejo de lo interno, dualidad y simetría, que disuelve la ilusoria división entre ambos.